12 may. 2024

COVID: Iteños lloran la muerte de cinco vecinos de una cuadra

Barrios se vuelven fantasmas por el COVID. La enfermedad cobró la vida de un querido funebrero de la ciudad y de otros.

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Don Rafael Crichigno, el funebrero víctima del COVID.

“Se siente la tristeza, parece que ni los pajaritos cantan en esta cuadra”, dijo Heriberta Agüero (71), pobladora del barrio Sportivo Iteño, de la ciudad de Itá, Departamento Central, al recordar que el COVID-19 se llevó a cinco vecinos, en un mes.

Los fallecidos por el virus, de casi toda la ciudad, desfilan por el barrio hasta llegar a la Cajonería Fúnebre Crichigno. El trabajo se intensifica por las noches. Javier y Fernando, los hijos de don Rafael Crichigno, están en constante contacto con los finados del Hospital Distrital. En marzo pasado, la familia completa se enfermó de coronavirus.

Don Crichigno, estaba fuerte como un roble, era asintomático. La mirada estaba puesta en María Teresa Cornet, la esposa.

Sin embargo, 18 días después de conocer su resultado positivo, el señor Rafael decayó. Le costaba demasiado respirar, a pesar que siguió al pie de la letra las recomendaciones médicas.

Estuvo internado cuatro días en un sanatorio y falleció sin acceder a cama de terapia intensiva. El resultado de un análisis que salió al siguiente día de su muerte, reveló que el cajonero ya no tenía COVID, pero las secuelas lo fulminó.

Don Crichigno fue enterrado el 2 de abril, día en que cumpliría 73 años. “Es doloroso, siento que no pudimos darle a papá esa posibilidad de seguir luchando”, dijo Iván. El negocio, que inició con el abuelo, es ahora herencia de los nietos.

“Yo le vi morir a mi papá. Me decía que ya no tenía fuerzas para seguir y dejé todo en manos de Dios. Eso deja un impacto emocional demasiado grande”, expresó Clarisa, la hija menor, que sigue un tratamiento psicológico.

La viuda tiene esperanzas en la vacuna. Ruega que pronto sea aplicada a los jóvenes, para que sus hijos, que tienen un trabajo riesgoso, estén protegidos.

En la esquina de la funeraria, una familia perdió a cuatro miembros consecutivamente a causa del virus. El papá, un adulto mayor, fue el primero en morir, le siguió su señora y, al siguiente día, falleció el hijo mayor. El hermano de este está luchando por su vida en un hospital.

Al frente de esa vivienda, cruzando la calle, otro vecino partió al más allá. Se trató de un gomero, un hombre que vivía solo, recordado como una persona muy trabajadora y honesta.

El barrio Sportivo Iteño está de luto, pero a pesar de ello, muchos jóvenes no toman conciencia y viven su vida como si el virus no existiera.

El doctor Roque Silva, de la XI Región Sanitaria, indicó que, hasta el 29 de abril, la ciudad tenía 85 fallecidos y 2.705 personas infectadas.

Con miedo

“Es doloroso no poder ir a abrazar y acompañar el dolor de la familia de los vecinos fallecidos. Yo vivo con miedo, salgo hasta la vereda de mi casa, no sé cuándo me puede tocar. Estoy pendiente de la vacuna. Mientras, solo afrontamos la realidad”, dijo doña Heriberta Agüero, una de las pobladoras.