11 may. 2024

Conmovedores testimonios en karu guasu de Guadalupe

Hace más de 20 años, oratorio fernandino atrae a miles de personas

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La Virgen Morena congrega cada vez a más feligreses en Fernando de la Mora, donde hubo el banquete.

RODRIGO VILLAMAYOR-UH

Numerosos seguidores de la Virgen de Guadalupe se reunieron ayer en el oratorio de Fernando de la Mora para festejar su día y compartir el karu guasu, como cada año.

Esta vez se repartieron 2.000 platos, pero el fervor crece cada vez más con feligreses que llegan de numerosos puntos del país e incluso del exterior, contó la señora Lucrecia Gómez de Miltos, encargada del lugar de oración.

Para organizar el banquete, se empleó una vaca entera y además se compraron 35 pollos para que alcanzara a todos. “¡Impresionante! ¡Cuántos comensales vinieron y participaron de este karu guasu!”, exclamó emocionada en su domicilio ubicado en Nicole Bella González esquina Dr. Pedro P. Peña.

Al hablar de cómo comenzó su devoción recordó que hace exactamente 23 años tuvo un sueño en que se le apareció la Virgen Morena, patrona de México y Latinoamérica. Desde entonces, realiza anualmente la conmemoración en su casa, cada vez con mas gente.

Doña Lucrecia contó que llegaron compatriotas promeseros desde España, incluso algunos que viven en Madrid desde hace 20 años.

Lucrecia compartió la historia de una mujer que, en agradecimiento a la Virgen de Guadalupe, cumplió su promesa tras un accidente que la dejó gravemente herida.

‘‘Vino a pagar su promesa, ayer le quitaron sus tornillos y ya podía caminar. Estos son testimonios que valen la pena escuchar’’, enfatizó.

A pesar de las dificultades personales que atravesó –el haber perdido a su esposo durante la pandemia–, Lucrecia destacó la importancia de continuar con las celebraciones y acciones benéficas.

Oración a la Virgen de Guadalupe por el Papa Juan Pablo II

¡Oh Virgen Inmaculada

Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!

Tú, que desde este lugar manifiestas

tu clemencia y tu compasión

a todos los que solicitan tu amparo;

escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,

y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,

a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,

te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.

Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,

nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;

ya que todo lo que tenemos y somos lo ponernos bajo tu cuidado,

Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino

de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia:

no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas,

te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos

de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios ya las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda

hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes

vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe

y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares

la gracia de amar y de respetar la vida que comienza.

con el mismo amor con el que concebiste en tu seno

la vida del Hijo de Dios.

Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,

para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,

enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos

a levantarnos, a volver a él, mediante la confesión de nuestras culpas

y pecados en el sacramento de la penitencia,

que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos

que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia,

con nuestros corazones libres de mal y de odios,

podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz,

que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,

que con Dios Padre. y con el Espíritu Santo,

vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Papa Juan Pablo II