Por: María Teresa Cabrera.
La inclusión de semillas en la alimentación aporta beneficios al organismo. Poseen abundante proteína, grasa saludable, vitaminas, minerales y fibras, lo que les confiere propiedades antioxidantes, antibacterianas y anticarcinógenas.
Son la cimiente de la planta y por ello están cargadas de nutrientes; sin embargo, para aprovechar sus propiedades debemos tener ciertos cuidados:
No deben ser tostadas, pues los aceites que poseen se van a ranciar con la exposición al calor, por lo que no es recomendable su consumo en panes o galletitas. Deben ser molidas antes de ser consumidas o de lo contrario deben ser guardadas en el congelador para evitar que se rancien y se vuelvan tóxicas.
Las semillas poseen antinutrientes que si no son eliminados producen acidez, dolor abdominal, gases. Para liberarlos deben ser hidratadas por al menos 5 horas.
Las semillas de sésamo y las pipas de girasol poseen calcio, por lo que son ideales para ser consumidas con las ensaladas. Las semillas de lino y chía aportan buena cantidad de Omega 3 (aceite esencial antiinflamatorio) y fibra soluble (mucílago) que ayudan a mejorar el tránsito intestinal.
Las semillas de zapallo contienen muchos minerales y por sus componentes frenan el crecimiento de la próstata; estas semillas deben ser lavadas y sí pueden ser tostadas levemente.