Cuando tenía 22 años, Richard Norris se pegó un tiro en la cara, no recuerda bien en qué circunstancias. La bala le arrancó la nariz, pómulos, labios, lengua, dientes, mandíbula y barbilla: solo quedaron sus ojos marrones y un remolino de carne retorcida sin nombre. Por 15 años llevó una cara demasiado grotesca para ser exhibida y se transformó en un ermitaño.
En facebook
Su madre buscó por todos lados, hasta que encontró un cirujano, Eduardo Rodríguez, que tomó el caso y realizó innumerables operaciones. Pero el doctor era más ambicioso: quería implantar una nueva cara a su paciente. En el 2012 llegó la oportunidad: Joshua Aversano murió atropellado por una camioneta y su familia donaron todos sus órganos. La operación duró 36 horas y fue un éxito.
“Reencuentro”
Rebekah Aversano, la hermana de Joshua, se encontró con Richard en la previa de un programa televisivo. “¿Te molesta si la toco?”, le preguntó a Richard. Acarició por unos momentos el rostro de su hermano, que ahora “vive” en otro cuerpo. Un abrazo selló el encuentro.