Por Sofía Ferreira
Haciendo artesanía juntas, las mujeres nivacchei dejaron de depender económicamente de los hombres y hasta recuperaron expresiones de su cultura que estaban camino a desaparecer, como las muñecas de barro.
Antes del 2000, año en que conformaron la Asociación de Mujeres Artesanas Nivacchei en Filadelfia (Boquerón), ninguna de ellas salía de su comunidad a comercializar sus productos.
“Los varones eran los que venían a la capital, ellos eran los que vendían, pero al final muchas se quejaban porque nunca recuperaron sus artículos; supuestamente se perdían, se mojaban, siempre había una excusa. Entonces, un día pensamos tres mujeres ‘¿qué debemos hacer?’ y averiguamos cómo podíamos organizarnos”, cuenta Laurentina Santacruz, la coordinadora actual.
Ellas hacen todo en colectivo, nadie trabaja en solitario. Las ancianas juntan la materia prima, están las que hacen los hilos, las que crean las artesanías, las que venden y administran el dinero. Las más jóvenes se encargan de promocionar los productos en Internet.
Las nivacchei preparan bolsos, tapices, cintos y collares. Usan la fibra de caraguatá, la lana y el algodón. Hacen también las muñecas de barro y tela con las que enseñan a las niñas a conocer su cuerpo. Los tallados de animales en palo santo son obra de los varones.
Pero no solo las artesanas forman parte de la asociación. “Están las que cocinan, las confiteras, las confeccionistas y también las que hacen bordado o croché. En total estamos 75 mujeres”, menciona Santacruz.
Recuerda que al principio fue difícil, pero lograron autosustentarse.