19 ene. 2025

Así son las visitas íntimas de los que no son Díaz Verón

El recluso “común” que entra debe esperar 90 días para pretender usar la privada; además, generalmente se paga y hay que esperar el turno. En cambio, el exfiscal tiene grandes ventajas, fijate:

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La preparación es propia de un ritual. Alquilar un colchoncito, sábanas y hasta mesa y sillas puede llegar a costar G. 150.000, pero todo vale la pena luego de la larga espera.

Tras la cuarentena, pero de noventa días, finalmente los reos del penal de Tacumbú tienen derecho a recibir visita conyugal, previo análisis de sangre para descartar que tengan alguna enfermedad venérea.

“Todos los que ingresan deben esperar tres meses para poder recibir visita”, contó Estela Cacace, comisionada del Mecanismo de Prevención de la Tortura a EXTRA. Pero aparentemente este régimen solo afecta a los comunes, como diría el diputado Carlos Portillo.

Pasa que el exfiscal general del Estado, Javier Díaz Verón, tras su traslado a una privilegiada celda que ocupa en Viñas Cué, celebró esta noticia: todos los martes recibirá la visita de su señora, María Selva Morínigo, quien cuenta con prisión domiciliaria por lavado de dinero. Ella además, se queda a dormir los viernes: ingresa a las 16:00 y sale los sábados poco antes del mediodía.

El 34% de los reclusos no tiene visita familiar según un monitoreo hecho en 2017 en varias cárceles del país. El 65% recibe visita de su familia, el resto no por diversos motivos y de 1% no se tiene datos.

“Hay turnos de mañana y de tarde todos los días, generalmente los fines de semana es cuando más se llena, deben apuntarse ocho días antes por lo menos, porque hay una larga lista. Las mujeres pueden quedarse a dormir... siempre que paguen no hay problema”, agregó un guardiacárcel a EXTRA.

Peligroso cateo

Cacace habló de una realidad que golpea muy fuerte: la precariedad en cuanto al cateo. “Muchos hombres privados de su libertad no quieren que vayan a visitarlos sus mujeres”, indicó. Explicó que esto se debe justamente a este sistema de revisión, que deja mucho que desear. “Denunciaron que las mujeres son inspeccionadas con el mismo guante que otras, eso es una humillación. Les meten el dedo en su parte íntima y el guante. En lugar de ser garantía se convierte en un foco de infección de cualquier cosa”, refirió Cacace. Lo más preocupante, dijo, es la forma en que las mujeres quedan expuestas a los ojos de cualquiera.

“En la sala en que se les revisa hay cámaras y cualquiera puede ver cómo les tocan a sus mujeres. Sabemos que suele filtrarse con las visitas drogas y otras cosas, pero esto podría solucionarse con un escáner. Hay cárceles que ya incorporaron”, expresó la funcionaria.

Otras cárceles. Los penales de Tacumbú y Esperanza cuentan con más de 50 privadas. Buen Pastor tiene dos privadas y dos piezas familiares para eventos especiales. Juana de Lara: el penal de mujeres del este del país tiene 2 privadas. Serafina Dávalos: el penal de mujeres de Oviedo tiene 3 privadas. Las demás penitenciarías regionales de varones cuentan con 13 a 15 privadas.

El negocio de las privadas

En el 2002 se habían derrumbado las viejas privadas de Tacumbú, dando paso a las nuevas habitaciones, que como moteles dentro del penal son manejadas por los reclusos, que trabajan como responsables del sitio. Los costos van de G. 20.000 hasta G. 150.000, dependiendo de lo que disponga la pieza: colchón, mesa, silla, sábanas, etc. Cacace contó que existen cárceles con mucha precariedad y otras, como la de Ciudad del Este, que tiene todos los lujos.