Cuando todos estaban esperando el pitazo final, Salinas se encontró con un despeje corto y la mandó a guardar en el Erico Galeano. Cada pelota era disputada a muerte, nadie quería regalar nada, pese que a los dos equipos se quedaban sin gasolina. El árbitro ya miraba su reloj, pero hubo tiempo para un tiro libre a favor del Escobero, que fue aprovechado por Irrazábal y Báez para pelearse. 
Ambos se empujaron queriendo adueñarse de la pelota. No pasó nada en esa jugada y Olimpia sacó una última carga. Michel Franco bajó una pelota, retrocedió y encontró a Salgueiro, que sacó un misil dirigido hacia la portería local. Vargas se lanzó, tocó la pelota, pero no hizo otra cosa que servir el gol, en bandeja de plata, a Jorge Salinas, quien apareció como un fantasma en el segundo palo, para decretar el delirio franjeado a los 93’ y sacar afuera ese grito guardado que tenía preparado desde que llegó a Para Uno.
La principal garantía
La victoria final del Rey de Copas tuvo otro protagonista principal. El arquero, Cristian Campestrini, se robó la noche en la ciudad del cántaro y la miel. Capiatá tuvo un par de ocasiones, en especial con el “Achu”, pero el argentino desactivó todos los peligros con grandes intervenciones, sumando 384 minutos sin recibir goles.
El que se fue insatisfecho del Erico Galeano fue Carlos Acuña, que tuvo dos situaciones inmejorables para anotar; un cabezazo que pasó lamiendo el poste y en remate que pegó en el palo y terminó afuera.
No obstante, Olimpia logró una ajustada pero muy importante victoria en un feudo siempre difícil y se acerca a las posiciones de privilegio. Además, Chiqui Arce sigue invicto.
Por Carlos Martínez