Diecinueve años tuvieron que pasar para que Rafaela Britos de Duarte quedara embarazada de su segunda hija. Con 39 años, para la licenciada en Enfermería, haber quedado embarazada ya era una obra de Dios. Pero en el último tramo de la gestación vivió uno de los momentos más difíciles de toda su vida.
Cuando cumplió 28 semanas, decidió renunciar a su trabajo. “Trabajaba particular cuidando a unos trillizos. Renuncié porque estaba muy avanzado mi embarazo y desde un principio tuve muchos problemas”, empezó contando a EXTRA. Su hija mayor, de 19 años, le ayudaba en todo; mientras, su marido jubilado, seguía laburando como gestor y hacía todos los trámites familiares fuera de casa.
"Él salía mucho, no solo para trabajar, además es el que se va al super y a todos lados. Un día se engripó, se hizo la prueba y salió positivo, al día siguiente me hice y salió positivo”, contó notablemente afectada. “Acepté mi enfermedad porque no podía enojarme con Dios. Dije que era una prueba más que me ponía para enfrentar”, continuó.
Su marido se trató en casa y se curó rápido, pero ella no. “Por mi estado sí o sí tenía que acudir al hospital. Por más que hubiera alquilado un balón de oxígeno en mi casa no me iba a poder. Solo yo me podía controlar mi oxigenación pero la de mi bebé no. Mi bebé casi falleció en mi vientre porque no le llegaba el oxígeno. Yo saturaba 84", relató la licenciada.
Dejó su casa en el barrio San Jorge de Capiatá para luchar por la vida de su bebita en el hospital. Dos días estuvo en sala normal del IPS Ingavi, después la llevaron a terapia. “Usaron conmigo el nivel más alto de oxígeno, quince litros por hora. Seis días estuve en terapia, todo el tiempo lúcida. Gracias a Dios no llegué a intubarme. Los médicos me dijeron que soy muy guapa”, aseguró.
Ella se curó pero el coronavirus alteró todos sus niveles. Tuvo un pico de azúcar de 250, que le dejó con diabetes gestacional. También tuvo presión alta y varios días a la semana tenía que ir al hospital para que le controlen a la bebita. “Hoy cumple nueve días de nacida”, dijo emocionada. El miércoles 23 de junio nació por medio de una cesárea a las 37 semanas de gestación.
Fátima Milagros, se llama la princesita, que según su mami se salvó gracias a la oración de todos sus familiares y amigos. “Cuando me embaracé dije que se iba a llamar Milagros si era nena. El nombre de Fátima tiene otra historia”, mencionó Rafaela. Contó que en una de sus oraciones le pidió a Dios que pueda soñar el nombre.
“Soñé con una iglesia que ni siquiera conocía. Era un lugar que conocía, pero nunca vi la iglesia. Sabía que había una iglesia en esa zona y era de la Virgen de Fátima en Capiibary, en San Pedro. Ahí vive mi hermana, le dije que soñé la iglesia que está hacia su casa”, finalizó.