
Giancarlo Gómez es un paraguayo que junto con su familia, sale adelante en Estados Unidos desde el 2000. Después de mucho sacrificio, hoy cuenta que está cumpliendo sus sueños.
¿Cómo decidiste viajar a Estados Unidos?
Era comerciante en Paraguay, tenía un minimercado, sobre la avenida 5°, después llegaron los supermercados con grandes ofertas y era imposible competir con ellos. Entonces me puse a pensar, “si mi abuelo vino de Italia a Brasil y de Brasil a Paraguay, por qué yo no puedo emigrar?”.
¿Tenías parientes en Estados Unidos?
Solamente tenía un primo, a quien vi recién unos años después de instalarme aquí. Me arriesgué porque en Paraguay creemos que paseando 10 perros se ganan 100 dólares en un día, pero son ilusiones. Acá hay que pelear día a día por un dólar, con más razón si no se tiene una carrera.
¿Qué te convenció para aventurarte?
Fue difícil porque teníamos algunos bienes, como el negocio y un vehículo transportador y cuando uno necesita vender con prioridad tiene que vender sus cosas a un precio casi regalado, pero no tenía otra opción.
¿Viajaste con tu familia?
Primero vine solo, a los tres meses viajó toda mi familia. Nicole, la más pequeña, nació aquí, Fiorella llegó con seis meses y las gemelas Letizia y Alessandra vinieron con tres años de edad. Fue una odisea para mi esposa porque tuvo que viajar sola con las criaturas. Sin la ayuda de Claudia, mi esposa, no podría haber hecho nada de lo que hice. En Paraguay está mi hija mayor, de un anterior matrimonio, ella se llama Ciara.
¿Cuál fue tu primer trabajo?
Como todo inmigrante, tuve que empezar de cero, por dos semanas dormí en un auto, hacía mis necesidades fisiológicas en una botella. Quince días después conseguí trabajo como jardinero y constructor. Luego me dediqué a la cocina, preparaba desayunos. Gracias a eso pude comprar una casa para mi familia, pero no pude seguir pagando entonces tuvimos que volver a entregarla y empezamos de nuevo.
¿Cuándo empezaste a trabajar como camionero?
Hace dos años y un mes que soy camionero. La empresa en la que trabajo se llama Swift. Hice un curso de dos meses, tuve que empeñar joyas de mi esposa que no volví a recuperar y con esa plata pagué el curso de camionero donde aprendí las leyes y la forma de manejo.
¿Qué extrañás de Paraguay?
Extraño todo, nací y me malcrié en Paraguay, tuve que dejar muchas cosas. Extraño también a los compañeros de colegio, con quienes me puse en contacto a través del WhatsApp a pesar de que en Estados Unidos se usa muy poco.
¿Qué es lo más difícil para vos?
Mi principal problema es estar alejado de mi familia, porque para que el trabajo tenga frutos se debe estar fuera de la casa durante dos semanas mínimo.