Cientos y cientos de kilómetros viajaron derribando fronteras las organizaciones delictivas que operan desde las cárceles en Paraguay. En su modalidad de sextorsión, uno de los delitos más comunes de nuevo país, es uno de los “productos” de exportación que llegó a Uruguay, según un informe revelado por el departamento de Antisecuestro y Antiextorsión de la Policía Nacional.
En Uruguay existe una ola de estafas y se presume que los paraguayos estarían detrás de ella. Allá se registran 25 denuncias en una sola semana.
El comisario Nimio Cardozo aseguró que la estructura que manejan los reos es tan grande e incluye a personas que realizan el trabajo de inteligencia en las redes sociales e identifican el perfil de las potenciales víctimas. Mientras esta contacta y se encarga de que la víctima caiga en el juego, otras personas se encargan de la sextorsión. Los sextorsionadores utilizan como carnada a jóvenes y atractivas señoritas, sin que la víctima caiga en cuenta que está acorralada en un engaño. Luego informan que son menores de edad.
“Siempre aparece una madre de la menor de edad supuestamente (en casos de sextorsión) y después ya aparecen las supuestas denuncias policiales con sellos falsos y la suplantación de los comisarios por parte de ellas”, expresó Cardozo. Esa descripción encaja con uno de los “libretos de los estafadores: una mujer contacta a un hombre e intercambia con él fotos eróticas. Luego un supuesto familiar de esa mujer contacta también a la víctima y la acusa de importunar o mantener cibersexo con una menor, y afirma que denunciará el hecho. Finalmente, un tercer delincuente contacta a la víctima y se hace pasar por un funcionario policial. Este falso policía confirma la denuncia con la que había amenazado su cómplice, y pide dinero para echar tierra sobre el asunto.
Cuando se concreta la sextorsión, otros integrantes de la banda, por fuera de la cárcel, se dan a la tarea de efectivizar los pagos que se realizan a través de giros.