Las 11 horas con 27 minutos más largas de su vida tuvo que soportar Fredy Domínguez, mientras Rocío Giménez y su hija -aún en el vientre de su madre- soportaban una compleja cirugía a corazón abierto en el hospital de Clínicas de San Lorenzo.
Con 21 años, ella sufría la segunda operación de este tipo. A los 18 tuvo que cambiarse dos válvulas del corazón: la aórtica y la mitral. Con tres meses de embarazo, la chica convulsionó y fue trasladada de urgencia al mecionado centro médico.
“Querían suspenderme el embarazo. Yo lloré desconsoladamente”, contó a EXTRA Rocío. La historia de la joven madre tocó fuertemente y de cerca a los médicos del mencionado nosocomio, justo en una época de candente debate sobre el aborto, dijo la doctora Julia Rivarola, docente de Ética Médica y Bioética de la Facultad de Medicina de la UNA.
Los profesionales advirtieron a la muchacha que, de no realizarse el aborto, difícilmente aguantaría el término del embarazo con vida y que, de realizarse la cirugía en estado de gravidez, probablemente moriría.
La niña Milagro
Un mes más tarde, Rocío se enteró de que era una niña la que crecía en su vientre. Al sentir sus pataditas decidió continuar. “El doctor me dijo que hable con ella para que se opere porque en cualquier momento se iba, ella decidió no operarse y empeoraba. Yo le decía a los doctores si no podían meterle nomás ya a quirófano sin que ella sepa”, comentó Fredy. Así aguantó hasta el quinto mes, pero el deterioro de sus válvulas llegaron al nivel 13, lo más alto posible.
“El doctor me dijo que, si no le operaban, que me prepare, ella iba a morir”, continuó el hombre. A las 25 semanas de embarazo le operaron, a las 36 semanas nació Milagros Micaela, bautizada así porque sus padres consideraron que su vida es eso: un milagro.
Rocío dijo que no comprende cómo una madre puede dar vida y muerte al fruto de su propio vientre. “No acepto eso, creo que como yo luché por mi beba, las demás también deben hacerlo. Me arriesgué, yo sabía que podía irme. Me asusté, pero seguí", concluyó.