
Para Augusto González el hecho de haber nacido con discapacidad visual jamás fue un impedimento para disfrutar de su infancia y lograr los objetivos que se propuso. Cuando era pequeño acompañaba a su tío en su taller de bicicletas, donde escuchaba cuando lo niños de su edad llegaban preocupados por una llanta desinflada o un freno suelto.
Cualquiera diría que Augusto, con la falta de visión, solo podría imaginarse lo que es sentir el viento en el rostro y jugar carreras con los chicos del barrio pero, con ayuda de su tío, aprendió a manejar y rápidamente se volvió un experto del manubrio. “Mi tío tenía una bici vieja en el taller, le cambió las ruedas, la pintó y me la regaló", recordó Augusto, quien hoy ya es todo un abogado. Entre risas admitió que sufrió muchas caídas.
Lamentó que Paraguay no haya tenido nunca representantes en los Juegos Paraolímpicos, una competencia internacional para personas con discapacidades. Sin embargo, con el proyecto de Ciclismo para Ciegos, se avizora una posibilidad.