Muchas jóvenes que se acostumbraron a las toallitas higiénicas descartables están buscando ahora otras formas de vivir la menstruación. Las “ecotoallas” y las copas menstruales son dos alternativas.
Mónica Krause, de Encarnación, compró hace un par de años su primer absorbente de tela en Posadas, Argentina, y lo iba intercalando con los desechables.
Con la llegada de la pandemia sacaron el emprendimiento “Salvia” ella, su mamá doña Mercedes, su hermana Verónica y su suegra Luisa, más conocida como “Ñoly”. La idea era ahorrar en esos productos y también hacer que otras mujeres accedan a ellos.
El precio de las toallas depende del tamaño: las normales con alas están a G. 17.000, sin alas a 10.000, las nocturnas a 22.000 y los protectores diarios a 12.000.
Dice que, aunque parezcan caros, con el tiempo favorecen al bolsillo, porque pueden durar entre dos y cinco años si se los cuida bien.
Entre las motivaciones de las clientas está el bienestar personal, la economía y el cuidado del medio ambiente. “Me dicen que les gusta la tela porque no les irrita”, comenta Mónica.
La primera vez vendieron 16 en menos de una semana. Una tienda en Villa Morra, Asunción, les pidió 30, luego 120, y más tarde dos tandas de 80.
Lorena Cabrera y sus amigas también las hacen en Asunción. La recomendación es lavarlas con jabón neutro y no usar suavizantes. Si es posible, secarlas al sol.
Pero, en el caso de su tienda virtual “Copas Menstruales Paraguay”, lo más solicitado son, precisamente, las copitas de silicona. Las traen de distintos precios desde 150.000, están hechas con materiales certificados y duran unos 10 años.
Menciona que las principales consultas son sobre los tamaños adecuados y sobre la eficacia de las copas. Lorena asegura que son a prueba de derrames y que pueden aguantar largas jornadas.
La recomendación es hervirlas antes y después del periodo, y durante los días de menstruación se limpian solo con agua, sin jabón.