Marino Luis Zorrilla (34) es de Itauguá. Aprendió a ejecutar el saxofón a los 20 años en una iglesia evangélica. Trabajó durante mucho tiempo en una panadería para juntar dinero y así comprarse el instrumento musical. Hace tres años renunció al oficio de amasar y hornear para dedicarse a lo que realmente le apasiona: la música.
Todos los días sube y baja de los colectivos portando su saxofón y alegrando con sus interpretaciones a los pasajeros que, cautivados por su talento, no dudan en darle alguna propina. Además de ganarse así el pan, también se gana el respeto y la admiración de la gente que lo escucha.
Gracias a su actual trabajo, muchos de sus oyentes lo contratan para eventos sociales, ya sean bodas, 15 años o colaciones. El año pasado, incluso, estuvo como participante en Camino al Éxito.
FALTA DE OPORTUNIDAD
A pesar de haber cumplido su tan anhelado sueño, no todo es felicidad para este trabajador, debido a que día a día se enfrenta a las humillaciones y maltratos de algunos choferes de los micros, principalmente, de aquellos que conducen los rodados con servicio climatizado. “Muchos músicos de calle tenemos que aguantar que los conductores nos cierren las puertas en la cara y que, además de eso, nos denigren como si fuera que lo que hacemos es algo malo”, lamentó. También cuestionó que el Gobierno no haga prácticamente nada por ellos y que muchas veces no se respete el trabajo de un artista de a pie.
“En nuestro país se prefiere pagar mucho dinero a músicos extranjeros, sin embargo, no se valora el talento de aquellos paraguayos que tratamos de ganarnos el pan de cada día con nuestro arte”, concluyó el artista de los micros.