
La perturbadora belleza del jardín de ña Felicia Florentín de Denis asombra a todo aquél que tiene la oportunidad de conocerlo. Más de 100 muñecas, o solo partes de ellas, adornan el patio de su casa, ubicada en la compañía Tacuarindy de Yaguarón (departamento de Paraguarí).
La imagen podría ser relacionada con la tenebrosa historia de la “Isla de las muñecas”, donde fue hallada muerta una niña. Sin embargo, muy por el contrario, representa una vida llena de sacrificios y ternura.
El papá de Felicia murió en la Guerra del Chaco, cuando ella tenía apenas un año. “Sabía que mi mamá no podría comprarme juguetes, por eso nunca le pedí”, señaló la mujer, que ahora tiene 84 años.
Era tan fuerte su deseo de tener una muñeca, que un día se la pidió prestada a una compañerita de la escuela, para poder jugar con ella durante el fin de semana. Como todos los días, al llegar a su casa su madre revisó su mochila y encontró el juguete. “Me pegó y me obligó a devolverla porque no era mía”, reveló la lugareña.
Desde entonces, ña Felicia junta todas las muñecas que la gente tira a la basura cuando están rotas o viejas y las coloca en su patio. Las sujeta a los árboles con alambre o las coloca dentro de planteras. “También hacía muñecas de avati’ygue (marlo de maíz), y les cosía para sus ropitas”, expresó la doña.
Bondadosa
Nuestra protagonista confecciona muñecas de trapo y las guarda para regalarlas a las niñas que, al igual que como ocurrió con ella, no tuvieron la posibilidad de comprarlas. “Siempre admiré la estética de sus juguetes, raya el morbo y la inocencia. Hay tanta bondad en la actitud de la señora, que todo lo espantoso del sitio queda como una sombra”, sostuvo con admiración Fernando Díaz, un poblador de la ciudad. La mujer vive con su marido, don Marciano Denis, quien se encuentra sombra”, sostuvo con admiración Fernando Díaz, un poblador de la ciudad.
La mujer vive con su marido, don Marciano Denis, quien se encuentra en cama por los achaques propios de sus 93 años. Así, entre la línea de lo macabro y lo infantil, en el jardín de doña Felicia en lugar de flores, resplandecen las muñecas.