En Caacupé, una de las principales atracciones para los niños son los silenciosos caballitos que se encuentran en la explanada de la Basílica. Para los padres, se trata del recuerdo perfecto de la visita a la madre santa.
Valentín Sanabria es uno de los fotógrafos más antiguos que se dedican a eternizar esos instantes. Hace 34 años, decidió emprender la profesión y desde entonces todo lo que tiene se lo debe a la fotografía.
El hombre es oriundo de Belén, Concepción, pero se casó en Caacupé y formó allí una hermosa familia. Cada fin de semana lleva su cámara y su caballito de madera hasta el santuario, en espera de los pequeños clientes. Aunque las ganancias son siempre mayores durante la festividad mariana, el fotógrafo no se queja de sus ingresos durante los demás meses del año.
Cada postal cuesta G. 15.000, precio que los visitantes consideran justo. A pesar del auge de los celulares con cámaras cada vez más potentes, don Sanabria asegura que las familias prefieren mantener la tradición de la foto instantánea con el animalito.
Mala experiencia
Durante la dictadura, el trabajador afrontó un desagradable momento. “En el día de la Virgen vinieron los del Ejército y chutaron los canastos de los chiperos. Pillaron que les saqué fotos y por eso destruyeron mi cámara”, recordó.
Sanabria, además, tuvo que pasar una noche en el calabozo. A pesar de los varios años que lleva en el santuario caacupeño, el trabajador nunca deja de maravillarse por la fe que mueve a los devotos de la Virgen serrana.