Mucho antes de que naciera en ella la pasión por la música, Andrea Marina creció en el ambiente, entre parrilladas y conciertos en vivo, donde trabajaba su mamá. Sin embargo, hasta que la oportunidad llegó como caída del cielo, ella veía como un simple sueño vivir de esto.
“Una amiga me dijo si quería viajar a China para formar un grupo juvenil. Cuando eso tenía 19 años y a esa edad generalmente no importa mucho realmente y uno quiere probar. Si sale, sale. Me dijeron que tenga listo mi pasaporte y ganas de viajar. Me pidieron una foto de estudio y a esperar que se apruebe”, relató. Así, en cuestión de 20 días, en julio del 2007 le confirmaron el viaje y para octubre ya estaba volando con destino a Asia Oriental
En aquel año su primer destino fue en un prestigioso hotel en la Isla de Jainan, pero su estadía se prolongó por mucho tiempo más, hasta el 2013, entre varios contratos renovados.
“Me divertí mucho, me enriquecí con su cultura. Aprendí muchísimo. Era el sueño de todo artista: ganaba plata y hacía lo que me gustaba”, contó. Tras el vencimiento de su contrato, se mudó hacia otro lejano sector del mismo país, en un hotel en Wuhan, cerca de Beijin, donde trabajó por un año y medio más.
TUVO QUE VOLVER
Sin embargo, el sueño se fue apagando de a poco, por lo que regresó a nuestro país en año 2015 y tras un periodo de varios meses en tierra guaraní de nuevo, encontró otra oportunidad. “En el 2016 me salió otro proyecto para ir a trabajar en un trío de mariachis en Qatar, en el Medio Oriente. Trabajé por 10 meses, terminó todo y volví a Paraguay”, señaló.
Finalmente regresó para quedarse y, aunque sigue con la música, lo hace solo como trabajo “extra”.