La desesperación se había apoderado de Zunilda Ortiz y no era para menos, ya que uno de sus hijos tenía una rara enfermedad que ni los neurólogos podían explicar. “Mi hijo tenía ataques constantes, no sabíamos qué era”, recordó. Ante la situación, un día la mujer se encomendó a la virgencita de Caacupé, le prometió que si sanaba a su hijo peregrinaría en carreta con toda su familia durante 7 años.
Fue así como el milagro ocurrió. “Tiempo después le hicimos un encefalograma y los doctores no podían creer que en la cabeza de mi hijo la enfermedad ni rastros había dejado”, aseguró. Esta es una de las historias que se esconden dentro de la ya tradicional caravana de carreteros que, como cada año, parten de la compañía Zayas, Yaguarón, departamento de Paraguarí, rumbo a la capital de la fe.
Ni el calor ni la tormenta los detuvo y hoy ya se encuentran instalados cerca de la Basílica a la espera del 8 de diciembre.
Costumbre intacta
Cerca de 30 carreteros levantaron carpas a la vera del camino. Familias enteras, papá, mamá, abuelos, tíos y primos forman parte del contingente que movidos por la devoción, se embarcan en la aventura de peregrinar al lado de mansos y guapos bueyes, que se encargan de transportar toda la logística.
En el interior de la carreta, llevan frazadas, sillas, mesas, braseros, y todo lo necesario para la larga estadía. Tampoco falta la “matula”, compuesta por sopa, milanesas y el famoso “ryguasu ka’ê” (gallina asada al tatacua).
La tradición de la comunidad de peregrinar todos juntos ha sido trasladada de generación en generación. Muchos de ellos llevan 50 años manteniendo la costumbre intacta. Unos regresarán a Zayas el 7, otros esperarán el día de la Virgen de Caacupé, como parte de la promesa hecha por el milagro que realizó la patrona de los paraguayos en sus vidas.
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