Horacio Cartes hizo caso omiso al sentir popular de la gente sobre la inseguridad, pero obedeció la orden de la convención colorada cuando anunció la destitución del ministro del Interior, Francisco De Vargas.
Los convencionales, con pañuelos rojos al cuello, tumbaron al cuestionado secretario de Estado, por pertenecer a otro partido. Cartes tiró la bomba cuando expresó: “No voy a esperar hasta el lunes para decirle que voy a elegir a un correligionario”.
Por su parte, sobre Santiago Peña, sus correligionarios también pidieron su cabeza. “Debo aclarar que uno de los dos pidió asociarse a la ANR, el ministro Peña”, dijo Cartes. Inmediatamente, el titular de Hacienda firmó el documento para convertirse en un nuevo afiliado del Partido Colorado. “Lo hago con la convicción de que este país está transitando por el camino correcto y quiero ser parte de esto”, explicó Peña.
Cartes se mostró de acuerdo con los convencionales que pidieron la reelección vía reforma y no enmienda. Además, los colorados modificaron su estatuto partidario que plantea la posibilidad de la alianza con otros partidos para las elecciones del 2018.
La jornada
Minutos antes del inicio de la convención, comenzaron las primeras escaramuzas entre los colorados oficialistas y los disidentes. En tanto que adentro se repartían botellas y jarras con el logo del Partido Colorado. Mientras, un grupo contrario al Gobierno se instaló portando carteles contra el presidente.
Un joven colorado, Gabriel Rodríguez, pintó graffitis en plena calle frente a la Junta de Gobierno, tratando a Cartes de dictador. La situación subía de tono cuando unas hurreras gritaban “cornudos” a los disidentes que decían en coro: “Cartes narcotraficante”. El momento más tenso se vivió cuando senadores y convencionales disidentes abandonaron el lugar entre insultos.
El acto se descontroló cuando un grupo desafió a “moquete” en la calle a las mujeres, quienes seguían gritando: “cornudos”. Al término, las hurreras buscaron a los disidentes en la calle. “Les vamos a corregir como solemos corregir a nuestros maridos. Nos tienen miedo por eso se fueron”, dijo Aida Molinas, convencional oficialista.