Todo estaba preparado para la cena familiar en la casa de los Torres Valdez, de Areguá. Ya se alistaban para recibir al año entrante. El pequeño A.D., de solo 9 años, se bañó, se tiró perfume, vistió su mejor ropita y, emocionado, fue a jugar con sus amigos frente a su vivienda.
Su madre, que estaba atendiendo a unos clientes en su mercería, se aseguró primero de que el niño no tuviera ningún petardo peligroso en su poder. Sin embargo, él regresó y consiguió un cebollón, uno de los explosivos más peligrosos, sin imaginarse que esa noche acabaría en el hospital con una profunda herida en la parte de su muslo izquierdo.
“Guardó el cebollón en su bolsillo, y luego guardó el encendedor, que según él estaba muy caliente. Él me asegura que no prendió, solamente sintió que le ardía su piernita hasta el punto de pedir socorro”, contó con voz entrecortada su mamá.
“Ayudame por favor, ayudame por favor”, gritó desesperado el chico a un vecino. Había metido la mano para tratar de quitar el petardo de su bolsillo. En ese momento, explotó.
La impotencia se apoderó de la doña. “Fue horrible, esa cosa le reventó la carne de su muslo, quedó un hueco. Por suerte los vecinos y una patrullera nos ayudaron y le llevamos al Hospital de Luque”, recordó la mujer.
CON CIRUGÍA
Debido a la gravedad del caso, el niño fue derivado al Centro Nacional De Quemaduras y Cirugías Reconstructivas (Cenquer), en donde se encuentra internado.
“La herida es importante, profunda, va a necesitar una cirugía reconstructiva en la pierna. También tiene lesiones en una mano. Por ahora se le están haciendo curaciones hasta que se den las condiciones para operarlo, pero está fuera de peligro”, mencionó Roberto Araújo, director interino. El profesional contó que otros dos fueron atendidos en el mismo nosocomio.
Sumando a los atendidos en el Hospital del Trauma, son 9 los menores que sufrieron quemaduras por petardos en el último día del 2017. Los directivos de ambos centros médicos pidieron más conciencia.