Aquel domingo 17 de junio, la vida de Juan Ramón Alfonzo Penayo (20), cambió por completo. Había llegado a su casa cerca de las 05:00 para festejar el Día del Padre y se encontró con que la vivienda estaba “decorada” con una capilla ardiente y que, en medio de llantos desconsolados, sus padres abrazaban un ataúd. Lo estaban velando a él.
La terrible confusión causó conmoción en Pedro Juan Caballero y el país. A casi una semana de aquel insólito momento, el joven contó que las cosas a partir de ahí no le fueron tan bien. “Todos los días recibo visitas de amigos, conocidos, extraños. Algunos hasta me miran con miedo”, dijo Juan, en medio de risas. Salir a la calle sin que lo miren raro ya es imposible, contó.
Eso sí, muy bajoneado reveló que su media naranja lo dejó de lado. “Mi novia ya no quiere saber nada de mí, cada vez que le llamo y le digo que me voy a ir junto a ella, me dice que va a salir”, señaló. Haberlo confundido con el cadáver de un hombre totalmente calcinado le está saliendo caro.
Sus familiares incluso hoy deben abonar G. 700.000 de los G. 1.400.000 que falta pagar por el servicio funeral que no se utilizó. A pesar de todo, Juan dice que lo importante es estar con la familia y agradece a Dios que lo que ocurrió no fue más que una enorme confusión.