La Albirroja sigue tapando bocas, señores. Ayer, jugando bien y sin sufrir mayores sobresaltos, empató ante Uruguay para terminar invicta y en el segundo lugar el Grupo B de la Copa América. A pesar de haber saltado a la cancha con el boleto a los cuartos de final, la selección paraguaya arrancó desplegando un fútbol punzante ante los charrúas.
Ramón Díaz planteó un juego ofensivo con este cuarteto: Haedo, Barrios, Bobadilla y Benítez. Es cierto, estos dos últimos se colocaron un tanto más retrasados, para acelerar las salidas del elenco guaraní.
Paraguay arrinconó a la Celeste en los primeros minutos y manejaba de manera tranquila las incidencias del juego. Bruno Valdez, de gran partido, fue uno de los sobresalientes en el conjunto de Ramón Díaz. Precisamente, el defensor de Cerro Porteño casi anotó el gol de apertura tras un tiro de esquina: colocó de cabeza y la pelota no entró por poquito. Fue cuando se la bajó Haedo.
Sin embargo, en el mejor momento paraguayo, llegó el baldazo de agua fría de los alumnos del maestro Tabárez. Giménez se elevó y clavó la pelota de cabeza para vencer primero a Da Silva y luego a Villar. Fue un premio demasiado grande para Uruguay que no mostraba mucho hasta entonces.
Contra las cuerdas
El gol agrandó a los actuales campeones de América. Paraguay sufrió y tardó en reaccionar. A los 36 minutos, de nuevo Giménez ganó por arriba y cabeceó. Villar tapó y segundos después Cavani casi amplió la diferencia. Ya cuando se iba la primera mitad, vino un córner para los nuestros. Benítez envió el centro y un descuidado Lucas Barrios emparejó las cosas con la misma dosis uruguaya: de cabeza tras un tiro de esquina.
En la complementaria, los avances de la Celeste crecieron con el ingreso del “Cebolla” Rodríguez. A los 67’, Cavani casi pone el 2-1 tras probar a Justo. El portero albirrojo estuvo atento y contuvo el disparo. Díaz mandó a la cancha a Derlis y, de nuevo, el habilidoso atacante del Basilea fue inquietante para las defensas rivales. En sus pies, a los 91 minutos estaba el gol de la victoria, pero Muslera se estiró y acalló la garganta guaraní.