En medio de su humilde casita, Ricardo Portillo y Alma Villanueva prepararon un pequeño rincón para la llegada de la primera princesa de la familia. El color rosado llenaba ya una de las piezas.
El miércoles de tarde Alma comenzó a tener contracciones. En medio de la ansiedad y de los nervios, Ricardo la llevó hasta el hospital de Itauguá. Una hora después, la beba llegó al mundo. “Ellos me dijeron que había nacido bien, sin ningún problema”, contó el papá.
Las horas fueron pasando pero los brazos de Alma seguían vacíos. Cerca de las 23:30 avisaron a Ricardo que la niña estaba mal. “Me pidieron que me fuera a comprarle remedios, me asusté porque un rato antes me fui a verle y estaba en la incubadora”, relató el hombre.
La explicación que le dieron fue que el pulmón no se desarrolló bien.
Minutos después, uno de los médicos le pidió que firmara un papel.
“A toda costa quería que firme para desconectarle a mi hija el oxígeno, pero le pedí que haga algo más”, señaló Ricardo.
Finalmente, le dieron la triste noticia.
Tenía rastros de golpes
Ricardo, con todo su dolor por la pérdida de su hija, dijo que le entregaron el cuerpo de la bebé envuelto en una sábana. “La doctora me dijo que antes de que amanezca ya tenía que llevarle”, señaló.
Pidió un taxi y, una vez que llegó a su casa ubicada en el barrio Y Hovy de Itá, llamó a la funeraria para que le manden un cajón. El pequeño cuerpito presentaba rastros de golpes.
El padre dijo que hubo negligencia. “Ese lugar es una carnicería”, lamentó.