Eligen las hojas más tiernas para hacer las reliquias que serán bendecidas.
Desde la sombra de una parralera, Eustropia Pavón (73) observa su “pindoty”, mientras analiza cuáles son las hojas que le servirán para tejer las reliquias que, como cada año, venderá para el Domingo de Ramos. La señora tiene en su patio alrededor de 20 plantas de pindó que ella misma cultiva con la ayuda de sus nueve hijos, quienes también se dedican a entrelazar las hojas. En Semana Santa preparan más de 50 docenas de palmas para sus fieles clientes del Mercado 4 y del interior del país, quienes llegan hasta Limpio junto a la artesana.
La familia trata de mantener los precios para no bajar las ventas. “El año pasado vendimos el pindó en forma de guacha a 15.000 la docena y como pantalla, a 12.000”, recordó Librada Giménez, una de las hijas de doña Eustropia. A pesar del duro golpe que significó la reciente muerte de su marido, la pobladora se prepara ansiosa para los días santos, ya que el pindó le deja un importante ingreso económico.
Además de la venta al por mayor, el sábado venden sus productos en las calles y el Domingo de Ramos amanecen en Caacupé, donde hay más gente. La guapa mujer aprendió a tejer las palmas desde pequeña, cuando quedó huérfana de madre. Gracias a ello pudo criar a sus 9 hijos.