La discapacidad visual no impide que Hermelinda Gómez (36) ayude a su familia para el sustento diario, vendiendo chipa con su pequeño canasto de mimbre. Cuando tenía 17 años, Hermelinda comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza, lo que la llevó a perder gradualmente la visión y, con el tiempo, quedó ciega.
Se sumergió en un inmenso pesar, pero el acompañamiento constante de su marido, Diosnel Duarte, hizo que pudiera superar la depresión. “Me llevaba a la pesca y a todos los lugares adonde iba”, recordó la vendedora con un tono jovial.
Tres años después, aunque de forma no planificada, llegó una de sus mayores alegrías: su hijo Diego Daniel, quien ahora tiene 17 años. Para Hermelinda, cada amanecer es una bendición. Se levanta a las 04:00 y hierve el agua para tomar mate con su esposo, mientras el hombre se prepara para salir a realizar sus labores de albañil. “Soy muy guapa, no me gusta dormir mucho”, reveló la abnegada mujer.
Cuando Diosnel está libre lleva a su pareja a bordo de una vieja moto, recorren los distritos de Guazucua, Potrero Piru, Medina y Valle Apu’a, de Ñeembucú. Al bajar del biciclo, la toma del brazo y llegan a las casas a ofrecer las chipas, con una amabilidad característica del matrimonio, que supera cualquier estrategia publicitaria.
Si a don Diosnel le toca trabajar, Diego acompaña a su mamá, eso sí, siempre que no le afecte en su colegio.
Otras tareas
Además de la venta de chipa, Hermelinda elabora productos de limpieza como detergentes, lavandinas y suavizantes para ropas, sobre pedidos. A pesar de vivir en una humilde vivienda y ser de escasos recursos, esta kuña guapa no se queja, por el contrario, se muestra agradecida por lo poco que tiene.
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