VELOCIDAD
La palabra clave para los que corren, sin ella no hay diversión ni mérito, según nuestro entrevistado secreto (foto ilustrativa).
“Desafiar a la muerte también requiere práctica y disciplina”, relató un menor apasionado por la motopicada, actividad que ya enlutó a muchas familias por la falta de conciencia al salir a las rutas “volando” sobre dos ruedas.
Escondido en la clandestinidad, cada sábado se reúne con su grupo y juega a la carrera. El joven explicó que lo que la gente suele ver es solo la práctica. “Si estamos acompañados es porque estamos practicando, cuando es una verdadera carrera estamos solos”, contó. “El que va contigo ayuda en peso, mientras vos te adiestrás y ganás habilidad en manejar; cuando es para correr, te estorba”, añadió.
Según él, primero hay que tomar velocidad y cuando se alcanza el punto, se hacen las acrobacias. “Las piruetas son para ‘purear’, sí o sí necesitamos ganar velocidad para hacer esos movimientos”, especificó.
No tienen límites
“Si corremos con nuestro compa es práctica o carrera por diversión o chicas, pero si es de otro bando es a platazo y como sea. Si tu rival te desafía, tenés que aceptar, es regla”, mencionó.
Esta situación es peor aún para el líder. “Si sos el jefe no podés rechazar la apuesta o serás un perdedor y perdés respeto de tu equipo”, aseguró. “Generalmente tomamos bebidas, muchos juegan sano y otros se drogan antes para el py’a guasu”, reveló.
Consultado por la presencia de mujeres, tiroteó: “Las amantes son las que están, o la chica que es la apuesta, las titulares quedan en la casa”, respondió.
Contó también que los policías están implicados. “Tenemos dos que nos avisan sobre los controles y se van en su día libre a estar con nosotros”, aseguró. “Jajoikuaapa ko” (nos conocemos todos), finalizó.
La motopicada se cobró este primer mes la vida de Albert Vargas (21) el pasado martes en la Transchaco y la existencia de otros jóvenes desde que se hizo llamar “deporte”.