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"Chupetín": el mejor payaso de Brasil es un paraguayo
Hoy es el día internacional de los que nos "roban sonrisas". A Chupetín, dos veces le pidieron que se nacionalice, pero él nunca aceptó.
Su vida transcurría de manera tranquila en un pueblito de San Juan Nepomuceno, sin embargo no era un niño más, tenía un espíritu muy aventurero.
Un día, aquella tranquilidad se interrumpió cuando por la ciudad pasó el gran Circo Azabache. José Óscar Espínola quedó fascinado con ese mundo mágico. Tanto que no dudó en escapar con la colorida comitiva. Así empezó la historia de Chupetín, el paraguayo que no fue profeta en su tierra pero sí en Brasil, donde lo consideran el mejor payaso del país.
“Me fui detrás del circo, con el payaso Pimpollito, ellos me enseñaron. Luego fui a Argentina donde trabajé con varios circos hasta que vine para Brasil”, contó a EXTRA.
La carrera de Chupetín en el vecino país inició en 1.974 y se resume en varios reconocimientos, como por ejemplo el del estado de Sao Paulo.
“A menudo salgo para otros países trabajando con circos, participé de novelas como Mujeres de arena en 1993, trabajé en México, Canadá, EE.UU y hasta África”, agregó.
Un estilo de vida
“El arte de ser payaso fue una gran conquista para mi vida porque siempre digo que ni aunque tuviera miles de profesiones no sería tan feliz como lo soy siendo payaso, porque el payaso es el instrumento de la alegría”, expresó Espínola.
Actualmente Chupetín es un jubilado que recibe un salario de forma mensual. Está convencido de que eso no ocurriría si estuviera acá. “En Paraguay no le dan valor al arte en general y pienso que no me darían valor así como no le dan valor a muchos que luchan por mantener su arte”, indicó.
Incluso señaló que desde 1.985 hasta el año 2.000 lo nombraron como el embajador de los payasos brasileños y en dos ocasiones hasta le pidieron que cambie de nacionalidad.
“Eso me enorgulleció, venir de un pueblo chiquito y representar a Paraguay, pero nunca quise ser de otro país, siempre les dije gracias”, aseguró contento.
Bálsamo a su alma
Rufino Gómez lleva 50 años sacando carcajadas.
“Salí mejor alumno en el sexto grado y como regalo me dejaron ir de vacaciones con el circo de mi familia: el circo Azabache”, comenzó relatando a EXTRA, Rufino Gómez.
Tenía apenas 12 años cuando empezó a practicar primero a ser trapecista, después como payaso, profesión que hasta ahora es su sustento. “Para mí ser payaso es un bálsamo para el alma, recuerdo que una vez fui a actuar, tenía fiebre, pero cuando subí al escenario y vi las sonrisas de los niños, me curé”, recordó.
Firulete, que es su nombre artístico, considera que ser payaso es de las profesiones más nobles y lamentó que no sean tenidos en cuenta. “Lo más difícil de esto es que muchas veces la gente no valora tu trabajo, una vez fui a casa de un militar, se emborrachó y no me pagó, me discriminó. También me duele que los políticos se traten de payaso, eso a mí me lastima mucho”, dijo.
Crearon un grupo durante pandemia
Pasaron mal momento durante la pandemia, por eso un grupo decidió armar la Asociación De Payasos Y Afines Sonriendo En Paraguay (APASEP). “Nos unimos para apoyarnos entre nosotros ya que el gobierno no nos dio ayuda. Hace poco conseguimos todos los papeles para nuestro reconocimiento”, señaló Alberto Bertolini secretario de la Aso. Tienen varios objetivos como poder impartir clases y contar con un seguro de salud. También decidirán en la próxima asamblea la fecha para que en Paraguay haya un “Día Nacional del Payaso”.
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