Esa noche, luego de la tragedia, la conciencia de Mario Soto González (50) no lo dejó en paz. Si antes le atormentaba la idea de que su amada Emilia González (30) esté con otro, el hecho de no verla nunca más lo volvió loco. Tanto, que decidió ir detrás de ella al más allá.
El hombre, que había degollado a su concubina frente a su hija de 9 años, fue encontrado ayer en la cajuela de su taxi, en un camino vecinal del barrio Acaray, de Ciudad del Este.
El vehículo fue rociado con combustible al igual que el cuerpo de Mario.
“Al parecer, el sujeto quiso prender fuego a su auto, se encerró en la cajuela y murió asfixiado”, señaló el suboficial Agustín Sánchez, jefe de la Comisaría 54 de Acaray.
Se presume que González, además de bañar su coche con el combustible, también bebió el líquido, lo que habría acelerado su deceso.
Al lado del cadáver estaba la foto recortada de su querida Emilia.
“Los celos le fundieron... él no tomaba, no era un tipo que salía”, contó con un tono de resignación su hermano Florencio Soto.
Señaló además, que hace un par de meses su excuñada denunció a su hermano porque le había pegado a la hija de ambos. “Ahí fue que se separaron y él entró en depresión”, añadió.
Perdón y temor
Respecto a la orden de alejamiento que existía contra el ahora fallecido, el fiscal Julio César Yegros indicó que Emilia estaba con miedo y que su pareja la presionaba mucho. Es por ello que habían llegado a un acuerdo vía escribanía para terminar con la medida.
Los restos de Emilia fueron trasladados ayer cerca de las 15:00 a Campo 9, Caaguazú, donde será enterrada.